París: una ciudad, mil caras

De regreso a la frenética actividad en el mundo de los humanos, el viaje a París se puede calificar de altamente interesante y gratificante. Una ciudad grande, bonita, de contrastes interminables, vieja, romántica, misteriosa...

Sin duda, París es una ciudad de esas que merece la pena visitar. Está cerca, pasar cuatro o cinco días es, más o menos, asequible, no deja indiferente a nadie, y hay actividades para todos los gustos y colores. Por todo eso, se trata de una recomendación muy seria.

En cuanto a lo que es el propio París... pues ya lo he dicho, creo que la definen los contrastes. Por un lado tenemos la ciudad monumental, la de las grandes avenidas, los arcos con sus triunfos, el Louvre, etc, etc... pero justo debajo, o al lado, tenemos un Metro horrible, sucio y que se cae a pedazos, guetos con vida propia, y una pequeña delincuencia dejada de la mano de dios en los lugares más turísticos.

Así es París, un lugar para contemplar, a la vez, una estampa de belleza descomunal, como es el Torre Eiffel de noche, y justo a 50 metros un grupo de pequeños diablos robando a japoneses.

Pero al margen de un Metro que no me ha gustado nada, y que sea una ciudad con más turistas que parisinos; la ciudad de la luz, el amor y varias soflamas cursis más, es sin duda un lugar mágico, encantador y que bien merece la pena dejarse perder por sus calles. París es única. No hay otra ciudad igual. A monumental no le gana nadie, excepto la Roma clásica. Pero París tiene otro misticismo, el de sus calles, los adoquinados, la historia moderna a sus pies...

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